Apego, un camino sin vuelta

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imagen: pexels.com

Entre finales de los años sesenta y principios de los años 80 del pasado siglo un psicólogo llamado John Bowlby desarrolló y extendió la llamada Teoría del Apego.

Esta teoría ha ido siendo explorada y tenida en cuenta poco a poco en los últimos 40 años hasta llegar a ser tenida en cuenta y valorada, aunque no siempre entendida realmente.

¿Qué sabemos sobre el apego y qué creemos saber?

Definición básica de apego

Bowlby consideraba el apego de la criatura con su cuidador principal durante la primera infancia como un elemento crítico para su supervivencia y desarrollo a todos los niveles. Por ello, definió el apego como un “imperativo biológico” que se arraiga en una necesidad evolutiva. Es decir, una necesidad de supervivencia del individuo y, por tanto, de nuestra especie, y una herramienta evolutiva.

Es decir, que el apego no es algo electivo. La criatura al nacer precisa de esa relación y por ello la busca activando todas las herramientas a su alcance al nacer, de las cuales la biología le ha provisto, para localizar cuanto antes a esa figura de cuidados que será su figura de apego primaria y establecer desde el mismo inicio de su vida extrauterina la relación que precisa para cuidar sus necesidades.

Cómo se construye el apego

Actualmente sabemos que la repetición de respuesta ajustada en tiempo y forma a las necesidades de la criatura por parte de la persona adulta es la base del constructo y de la seguridad de ese apego.

Y, sí, hablamos de necesidades porque a esa edad los bebés no tienen caprichos ni reclaman más allá de lo que realmente su instinto de supervivencia y desarrollo les avisa de que es fundamental. Pero esto, en sí mismo, sería digno de un post para definir lo que es realmente una necesidad y cómo nuestros filtros personales modifican la visión de importancia de dichas necesidades.

Pero tendríamos quizás que ir un poco más allá y ver cómo la disposición de la persona adulta a la respuesta a esas necesidades afecta (o puede afectar) a la construcción de esa conducta de apego.

¿Cómo puede influir la actitud de quien provee los cuidados en el apego?

La actitud y disposición de quien provee los cuidados es fundamental para quien los recibe.

¿Tenemos dudas sobre ello? Esperamos que no, pero vamos a poner un ejemplo: Imaginemos que uno de nosotros, como adultos que somos, tenemos un accidente o una enfermedad grave que causa que seamos dependientes de los cuidados de otros para todo. Comer, beber, ir al baño, asearnos, evitar tener frío o calor, ser atendidos cuando tenemos malestar o dolor o recibir cariño, compañía o relaciones sociales depende de una persona de referencia con quien podemos o no tener un vínculo previo.

Puestos en esa situación, imaginemos que la persona que nos aporta estos cuidados de los que depende nuestro bienestar (e incluso nuestra supervivencia en algunos casos) muestra una actitud agresiva hacia nosotros por pedir alimento o que se nos aporte más abrigo.

¿Nos sentiríamos seguros en esa relación de cuidados? No, seguro que todo lo contrario.

Nos sentiríamos expuestos, violentados e inseguros. Y no es necesario que esa persona que nos “cuida” exprese su malestar hacia nosotros por tener que cuidarnos, ese sentir negativo se va a percibir.

Ahora imaginemos que no somos adultos, sino un bebé que acaba de nacer y que percibe cada desatención como un abandono que puede causar que no sobreviva. ¿Ese bebé establecerá una conducta y relación de apego segura? Seguro que no, aunque en otro post hablaremos de los diferentes modelos de apego según las teorías.

¿Cómo cambia esto nuestra visión del apego y de su importancia?

Volviendo a hace más de 40 años y al trabajo de Bowlby, sus contemporáneos y las personas que después profundizaron en este trabajo inicial, se entiende el apego primario como el modelo y base relacional constante en la vida de las personas.

Así, la base de un apego seguro va a ser pieza fundamental en la autoimagen de esa persona, en las relaciones y vínculos posteriores y en su posición en el mundo.

El enfoque de muchos profesionales es, desde hace tiempo ya, la consciencia de las necesidades del bebé recién nacido, el apoyo para que estas puedan ser entendidas y atendidas, y la puesta en valor de la persona adulta que será persona de apego primario para el bebé como persona que también debe ser atendida y cuidada, que debe tener un espacio de escucha y consciencia, y no solo de educación en los cuidados a otros.

Solo desde ese enfoque de doble mirada a la criatura y la persona que será figura de apego primaria podemos realmente atender a esa díada fundamental en nuestra sociedad.

Aunque explicar y analizar eso también merece otro post.

Sara Lorenzo e Beatriz Calvete profesionales del
Programa de Atención Perinatal para Madres en Dificultad Social

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