25 de abril, Día de la lucha contra el maltrato infantil
Recibir un buen trato es una de las necesidades básicas de los seres humanos, lo que adquiere una especial relevancia cuando se trata de seres humanos en desarrollo. Las consecuencias de los malos tratos suponen un coste importantísimo y multidimensional para las niñas, niños y adolescentes que los sufren. Primero, en su desarrollo, impidiendo o dificultando un crecimiento sano a nivel de sistema nervioso, al estar parte de los recursos y energía disponibles focalizados en sobrevivir al dolor y estrés permanente; después en su socialización, al crecer en un ambiente en el que son modelados a partir de creencias, actitudes y comportamientos disfuncionales y dañinos. Al mismo tiempo, sus capacidades resilientes se ven alteradas a causa de la privación del aporte de redes sanas y nutritivas; apareciendo heridas psicológicas y emocionales que tienen como resultado la generación de mecanismos de defensa para hacer frente al estrés desbordante y al dolor, que impactan de modo estructural en el niño o niña provocando desajustes a nivel afectivo, cognitivo, conductual y relacional.
A menudo estos niños, niñas y adolescentes no son vistos, y mucho menos protegidos coherentemente, pues no podemos olvidar que los niños que sufren malos tratos no sólo son víctimas de sus padres o de su entorno más inmediato, sino que también son víctimas de la violencia institucional y social. Según Barudy (2009), “la más grave consecuencia de la experiencia de malos tratos en los niños y niñas es la pérdida de confianza, la sensación permanente de tener que cuidarse y protegerse de los otros: el creer que no hay nadie disponible, con buena voluntad o intención hacia su persona”. Por tanto, debe ser una de las prioridades de nuestro trabajo y uno de los principales mensajes que debemos transmitir a estos niños y niñas el reconocerlos como víctimas de una situación injusta, desculpabilizándolos, compartiendo su rabia, su tristeza, dándoles la mano mientras les decimos “ya no estás solo, ayúdame a entender tu dolor”.
La aprobación de la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia (LOPIVI) ha supuesto un gran avance en materia de protección de los niños, niñas y adolescentes en España, emplazándolo como primer país en postular leyes de esta relevancia. Pero todas y todos los profesionales que trabajamos en esta realidad sabemos que esto es sólo un principio y que debemos seguir uniendo nuestros esfuerzos, si cabe más que nunca, para conseguir una sociedad más sana, justa, ética y no violenta, en la que el buen trato a la infancia y adolescencia constituya, invariablemente, un pilar fundamental.
Zaida Robles
Psicóloga
Fundación Meniños