El derecho al juego de los niños y niñas

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El derecho al juego

¿Qué es el derecho al juego? 

El derecho al juego es más que permitir que los niños y niñas se diviertan. Es reconocer su necesidad intrínseca de explorar, aprender y socializar a través de esta actividad. Es el reconocimiento de que el juego no es simplemente un pasatiempo, sino una herramienta vital para el desarrollo integral de la infancia que fomenta el aprendizaje en diversas áreas. A través del juego, los niños y niñas desarrollan habilidades cognitivas, emocionales, sociales y físicas de manera natural. Cada actividad lúdica se convierte en una oportunidad de crecimiento y descubrimiento.

Antecedentes del derecho al juego infantil

La defensa del derecho al juego no es un fenómeno reciente. Ya en el siglo XVIII, el pedagogo alemán Friedrich  Froebel destacó la importancia del juego como una actividad central en el aprendizaje temprano. Él creía que jugar permitía a los niños y niñas expresar sus pensamientos y emociones, fomentando así un desarrollo equilibrado. Jean Piaget, por citar otro ejemplo más reciente, defendió en los años 60 el papel crucial del juego en el desarrollo cognitivo, clasificándolo incluso en distintas etapas y destacando su relevancia en cada fase del aprendizaje infantil. Figuras como Froebel o Piaget inspiraron la concepción contemporánea del derecho al juego, y sentaron las bases para su reconocimiento como uno de los derechos fundamentales de la infancia.

Artículo 31 de la Convención sobre los Derechos de la Infancia de la ONU

La primera referencia al derecho al juego en el Derecho Internacional Público la encontramos en la Declaración de los Derechos de la Infancia, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 1959. El principio 7 de este documento prescribe que los niños y niñas deben disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales estarán orientados hacia los fines perseguidos por la educación.
Pero no fue hasta 1989 cuando el derecho al juego se recoge como un derecho fundamental en la Convención de Derechos de la Infancia, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. En su artículo 31, el texto expone lo siguiente:

Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes.

Los Estados Partes respetarán y promoverán el derecho del niño a participar plenamente en la vida cultural y artística y propiciarán oportunidades apropiadas, en condiciones de igualdad, de participar en la vida cultural, artística, recreativa y de esparcimiento.

Al reconocer el derecho al juego, la Convención busca garantizar que los niños y niñas tengan tiempo y oportunidades adecuadas para participar en actividades que contribuyan a su bienestar físico, emocional, social y cognitivo.

Además, el artículo 31 hace hincapié en la igualdad de oportunidades, subrayando que los Estados Partes deben asegurar que todos los niños y niñas tengan acceso a experiencias culturales, artísticas y recreativas en condiciones equitativas, sin discriminación.

Este reconocimiento del derecho al juego en la CDI refleja la comprensión global de que el juego no es solo una actividad recreativa, sino un aspecto crucial del desarrollo infantil. Al brindarles la oportunidad de jugar, explorar y participar en actividades recreativas, se fomenta su crecimiento integral y se respeta su derecho a una infancia plena y saludable.

El juego como derecho humano: entendiendo su profundidad

A veces, el juego se minimiza como una actividad superficial, pero su importancia va más allá de la diversión. Es a través del juego que se construyen relaciones, se desarrollan habilidades sociales y se establece un sentido de identidad. Desmitificar el papel del juego es esencial para reconocer su profundo impacto en la vida de la infancia.

El papel de las personas adultas

El reconocimiento del derecho al juego implica una responsabilidad compartida. Las personas adultas, desde padres y madres hasta educadores, educadoras y figuras políticas, tienen la responsabilidad de crear entornos propicios para el juego. Esto no solo implica proporcionar juguetes, sino también tiempo, espacio y apoyo para que los niños y niñas exploren su creatividad y desarrollen su autonomía.

La importancia de jugar para la salud mental

El derecho al juego también está intrínsecamente vinculado a la salud mental de la infancia. Jugar libera tensiones, estimula la creatividad y proporciona un espacio seguro para expresar emociones. En un mundo donde las presiones y expectativas pueden abrumar a los más pequeños y pequeñas, el juego se erige como un refugio vital.

La inclusividad en el derecho a jugar y divertirse

Es crucial abordar la inclusividad en el derecho al juego. Cada niño y niña, independientemente de su género, habilidades o entorno socioeconómico, tiene el derecho inherente a jugar. Fomentar la diversidad en los juegos y garantizar el acceso equitativo es esencial para construir sociedades más justas y equitativas.

Desafíos del derecho al juego y propuestas de acción

A pesar de que la declaración de la Convención sobre los Derechos de la Infancia es clara en este punto, existen desafíos significativos que afectan a la garantía del derecho al juego infantil. La falta de espacios seguros, los entornos de riesgo, la presión académica excesiva y las desigualdades socioeconómicas son solo algunos de los obstáculos que impiden a algunos niños y niñas disfrutar plenamente de este derecho.

Ante esta situación, se hacen imprescindibles iniciativas que faciliten el acceso a espacios lúdicos en los primeros años de vida. Nuestro proyecto Cancha nace precisamente con este objetivo: el de poner al alcance de niños, niñas y adolescentes a espacios deportivos y de ocio en los que crecer jugando en compañía de personas adultas de referencia, además de promover experiencias de Buen Trato a través de la práctica deportiva y de ocio. Para ello, contamos con una red de empresas, entidades y voluntariado para la infancia que facilitan dinámicas positivas de interacción, siempre según los principios de versatilidad, diversidad, participación y género.

Porque el derecho al juego no es un capricho; es un elemento vital para el desarrollo saludable de la infancia. Al reconocer su importancia, nos comprometemos a construir un futuro donde cada niño y niña tenga la oportunidad de disfrutar plenamente de este derecho humano. A través de la conciencia, la acción y el compromiso colectivo, podemos garantizar que el juego siga siendo una parte integral de la experiencia infantil, promoviendo así sociedades más saludables y resilientes.

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